El resultado de las elecciones legislativas dejó a Provincias Unidas en una situación crítica. El frente, que había nacido con la ambición de convertirse en una alternativa sólida frente a la polarización, apenas consiguió imponerse en Corrientes y sumar 8 bancas en la Cámara de Diputados, lo que representa un retroceso respecto de sus aspiraciones de crecimiento nacional.
La performance fue especialmente débil en provincias donde esperaba consolidarse, como Santa Fe y Córdoba, donde La Libertad Avanza arrasó con el voto opositor y relegó a Provincias Unidas a un tercer lugar. En Buenos Aires, el espacio prácticamente no logró incidencia, confirmando que la disputa quedó concentrada entre libertarios y peronistas.
El contraste con las expectativas es notorio: los gobernadores y dirigentes que impulsaron el armado federal habían proyectado un bloque de entre 15 y 20 diputados, con capacidad de negociación en el Congreso. Sin embargo, los números finales muestran que el espacio quedó reducido a una expresión minoritaria, sin peso real para condicionar la agenda legislativa.
La única excepción fue Corrientes, donde el oficialismo local logró sostener la marca y garantizar un triunfo que permitió salvar la ropa. Aun así, el resultado general dejó un sabor amargo y abrió interrogantes sobre la viabilidad del proyecto en el mediano plazo.
Con este escenario, Provincias Unidas enfrenta una crisis de identidad y de estrategia. La falta de un liderazgo nacional fuerte, sumada a la dificultad para diferenciarse de las dos grandes coaliciones, terminó por diluir su atractivo electoral. El desafío hacia adelante será redefinir su rol: si insiste en sostenerse como tercera vía o si se integra a alguno de los polos de poder que hoy dominan la política argentina.