A solo cuatro días de las elecciones legislativas, el canciller Gerardo Werthein presentó su renuncia y generó un cimbronazo en el Gobierno. La decisión sorprendió incluso a los funcionarios más cercanos al presidente Javier Milei, que esperaban que cualquier cambio en el Gabinete se anunciara después de los comicios para evitar sumar ruido político en plena campaña.
Según trascendió, Werthein ya había manifestado su incomodidad con la inminente incorporación de Santiago Caputo al Gabinete, con quien mantenía una relación tirante desde la fallida cumbre con Donald Trump. El canciller decidió no esperar y formalizó su salida, lo que fue interpretado en la Casa Rosada como un gesto de ruptura en un momento crítico.
En el oficialismo reconocen que la renuncia cayó como un balde de agua fría. “Es una pésima señal a días de la elección”, admitió un funcionario con despacho en Balcarce 50. La furia se explica porque Werthein era uno de los pocos ministros con peso propio dentro del Gabinete y su salida debilita la imagen de cohesión que el Gobierno buscaba proyectar en la recta final de la campaña.
La renuncia también abre interrogantes sobre el futuro de la Cancillería. Entre los nombres que suenan para reemplazarlo aparecen Guillermo Francos, actual ministro del Interior, y otros dirigentes cercanos al círculo presidencial. Sin embargo, en el entorno de Milei admiten que cualquier designación definitiva se postergará hasta después de los comicios.
El episodio refleja las tensiones internas que atraviesan al oficialismo desde hace meses. Werthein, empresario con vínculos internacionales, había sido incorporado para darle volumen político y diplomático a la gestión, pero terminó enfrentado con sectores del propio Gobierno. Su salida anticipada no solo deja un vacío en la Cancillería, sino que también expone la fragilidad de los equilibrios internos en la administración libertaria.
En la Casa Rosada intentan bajar el tono, pero la renuncia de Werthein se convirtió en el tema central de la semana electoral. Con el resultado del domingo en juego, el Gobierno enfrenta ahora el desafío de explicar la salida de uno de sus ministros más relevantes sin que ello erosione aún más la confianza en la gestión.